Indicador d’escriptura diari
Who are the biggest influences in your life?

¿Las mayores influencias de mi vida?

En primer lugar, el horario. No el mío, no: el Horario con mayúsculas, esa entidad metafísica que decide que el lunes a primera hora es el momento perfecto para que un grupo de 3.º de ESO haga un debate socrático sobre la diferencia entre “estar” y “ser”, mientras ellos solo quieren saber si hoy hay recreo. El horario es el único influencer que no necesita Instagram: te cambia el ánimo, el ritmo cardíaco e incluso la fe en la humanidad con un simple “te han puesto guardia”.

Después está la aplicación de gestión. Esa plataforma que te recuerda que eres docente, sí, pero sobre todo eres introductor de datos con doctorado en hacer clic en pestañas. Es una influencia tan grande que, cuando alguien me dice “¿cómo estás?”, mi cerebro responde automáticamente: “Error 504. Vuelve a intentarlo más tarde”.

Otra influencia colosal: las circulares. Esos mensajes que llegan con la energía de un oráculo antiguo, pero con menos claridad. “De acuerdo con la normativa vigente y con carácter inmediato…” y tú ya sabes que el “carácter inmediato” quiere decir “ayer”, y que la “normativa vigente” es un documento de 47 páginas con un anexo que remite a otro anexo, que remite a una web que está caída desde 2019. Las circulares me han enseñado que la realidad es negociable y que la sintaxis puede ser una forma de niebla.

Y, claro, el claustro. El claustro es como una ecosfera: conviven especies muy diversas. Tienes al compañero que lo sabe todo porque “yo esto ya lo hacía antes de que existiera el currículo”, a la que te salva la vida con un “tengo fotocopias de sobra”, y al que aparece solo cuando hay comida. Es una influencia preciosa porque te recuerda que la educación es un acto colectivo… y que el café es un derecho humano.

Pero si he de ser sincero, y hoy me toca serlo, porque no hay ninguna reunión que me lo impida, las influencias más poderosas son el alumnado y sus preguntas. No las del temario, no: las que te rompen el guion. “Profe, ¿por qué tenemos que leer esto si ya hay pelis?” “Profe, ¿esto entra en el examen?” “Profe, si los romanos eran tan listos, ¿por qué no inventaron el wifi?” Estas cuestiones, aparentemente inocentes, te hacen replantearte la pedagogía, la historia y tu propia tolerancia al absurdo. Son pequeños pinchazos de realidad que te recuerdan que, al final, lo que hacemos importa… aunque no siempre lo parezca cuando estás persiguiendo una tiza desaparecida como si fuera un caso de la Interpol.

Y también me influyen las familias, ese fenómeno sociológico fascinante. Hay quienes vienen en modo “cooperación total” y te hacen recuperar la esperanza. Y hay quienes llegan en modo “abogado del diablo”, pero sin haber leído ni una línea de lo que estás explicando. Su influencia es enorme porque te enseña diplomacia avanzada: responder “lo entiendo perfectamente” cuando lo que querrías decir es “esto es físicamente imposible, como hacer una maqueta de la Sagrada Familia con macarrones en una tarde”.

Para completar el panteón, está la fotocopiadora. Sí. La fotocopiadora es una figura maternal y vengativa. Cuando la tratas bien, te da hojas alineadas y sin rayas. Cuando tienes prisa, decide comerse el papel con la misma dignidad con la que un dragón devora a un caballero. Ha condicionado más unidades didácticas que cualquier reforma educativa.

Así que, si tuviera que resumirlo (que no lo haré, porque en el IES cada intento de “resumen” acaba en un “solo una cosa más”), diría que mis grandes influencias son todas aquellas fuerzas que, día tras día, me recuerdan que ser docente es una mezcla de vocación, comedia existencial y deporte de resistencia. Y que, milagrosamente, entre reunión y reunión, entre incidencia e incidencia, todavía hay momentos en los que un alumno entiende algo y te mira como si hubieras encendido una luz.


Imagen generada por el autor con Sora.

Podcast also available on PocketCasts, SoundCloud, Spotify, Google Podcasts, Apple Podcasts, and RSS.

Deixa un comentari

Darreres entrades